lunes, enero 29, 2007

Nota mental para creyentes



Dios no castiga palo sino lengua

pd: se dicen los panas los unos a los otros, conste que yo no dije nada

lunes, enero 22, 2007

Nota mental (bis)



"Soy dueño de lo que callo y esclavo de lo que digo"


... con razón nunca se le arman enredos (o van por dentro y no nos enteramos).



PD:
Por segunda vez le escucho decirlo, y por segunda vez me sorprende lo sabio del silencio que a diario le vemos abrazar.

miércoles, enero 17, 2007

La ranura



La que estudió drama, es decir, la que es actriz (y profe como yo), también va donde ella-La Maestra. Nos encontramos hace meses intrigadas por ese otro rostro que era familiar sin terminar de serlo. Sospechamos que por años fuimos conocidas de pasillo. A veces anda enamoradísima... y a veces no recuerda cómo fue que eligió su estado civil... Compartimos quejas de las situaciones laborales, y nos pasamos la luz de que no sea una condición perenne y mucho menos un quiste en potencia. La Actriz dice que el año nuevo y los ensayos la están dejando como una chancleta.

Su pelota se parece a la que visita mi espalda (lleva un mes de estar lejos, pero sospecho que La Gordis se la llevó y que sin falta me la piensa llevar el lunes). Y ella practica pensando que hoy es el dÌa... que hoy sí que sí, cuando se descuide le doy una patadota y se va largo largo ...

Pero luego de varios días la pelota responde que no se piensa ir a las patadas (sí, algunas pelotas se manifiestan) porque no está inflada de aire. Ni de dolor, que solo aparece cuando tiene buen tamaño... es más bien como el oportunista que llega a las inauguraciones cuando hay abundante comida. No es como un chancho que se revienta contra el piso para sacarle los cincos y gastarlos en alguna cosa más o menos urgente. Toda la incomodidad que la rellena y endurece entró lentamente por una ranurita.

Esta semana concluimos que la única salida posible es hacer que aún más lento, todo se vaya por la misma ranurita por la que permitimos que entrara.

martes, enero 16, 2007

Para subir al cielo...



El cuerpo no le sirve de mucho. La memoria tampoco. Pero a él no le importa. Esa realidad, la de ser un cuerpo, ha de ser la única que conoce (yo tampoco conozco otra, pero creo sentir que no solo de eso se trata esto). A falta de otras explicaciones que no involucren a ese dios que no me convence, asumo que aferrarse a ese cuerpito que cada vez es más huesos y menos carne debe ser una de las grandes preocupaciones de una vida que nunca supo muy bien en que ocupar (ocupar, ocupar, lo que se dice el verbo ocupar y sacar el mejor provecho). Que debió haber tenido otras, que si las que tuvo fueron pocas, y que no fueron las que debían ser; da igual, si ahora más que nunca han de ser las que son.

No sabe muy bien cómo, pero se siente indigno, protagonista de alguna insólita confusión que le tiene amarrado a una cama de hospital. Juego a imaginarme la palabra que usaría... como un orate. En su terco apego olvida que su vida pende -entre otras cosas- de un tubito que debería rehidratarle (es que también ya olvidó que era la hidratación y para que servía tenerla en el cuerpo). Piensa que es obvio que para ir al baño hay que quitarse el tubo... aunque sangre...aunque de camino el cuerpo diga que no se puede y se haga un atolladero de fluidos... En términos médicos, que aqué también son términos despiadados, eso explica cómo terminó amarrado a la cama. Al cabo de un rato pone cara de que ya está mejor (como buen sinvergüenza sabe poner la cara indicada para manipular muchas cosas), del que está listo para irse a su casa. Falta que le avisen que es posible que su casa ya no puede ser esa que él a veces reconoce sin perderse. Que algunas cosas ya no las puede volver a hacer solo... salvo que quiera irse allá donde ignoramos que ocurre.

Hace un mes peleaba por la escalera que el jardinero que detesta se llevó de su jardín. Cuando lo cuenta dice que 'por dicha ese tipo ya no está'. Su hija sandwich, que salió tan insolente y respondona como él, contesta que si será para subir al cielo (cómo en la canción) que a sus 95 años necesita tan urgentemente una escalera que ella tiene en su casa porque la están pintando. Y nadie sabe cual de los dos lleva la rabieta más grande... Él, que todavÌa no se quiere ir y ocupa todas sus cosas en su casa, aunque cada día le cueste más; o ella que ya no sabe cuántas tacañerías más le va a tocar aguantarle.

Y yo me pregunto a mí misma (porque si se lo pregunto jamás me entendería) porqué razón, y qué razón tan poderosa, habría de aferrarme como garrapata a una vida en un cuerpo que apenas sirve para respirar funcionalmente y que más bien se vuelve una puertota cerrada para los placeres y las cosas que le dieron sentido a cada inhalación.

Ella-La Maestra habla antes de empezar de cuanto amarra y daña el-deseo.

Mientras tanto, Ella, la que escribe, se amarra con doble nudo al deseo de que algún ser luminoso (que no será ese dios que no convence) le ayude a él a descubrir el camino que nosotros ni vemos, ni conocemos...

martes, enero 09, 2007

Un vericuento de 3.8km



El odómetro, ese útil dispositivo que mide caminos, indica que la distancia que se recorre entre el humihogar y ese nuevo espacio que ellas tienen es de 3.8 km


La geometría, más rigurosa y antigua que mi odómetro, dice que la distancia más corta entre un determinado punto A y un determinado punto B es una línea recta. Y a esta premisa siempre la acompaña un dibujito… (ahora, para distraerse dibujen en sus cabezas la línea recta para llegar de donde están a dónde quieren estar).

Tratándose de caminos, y más en este país, lo de la línea recta se pone cuesta arriba y lleno de huecos… pero doblando por aquí y entrando por allá, tal vez haya uno que sea más largo que el otro, pero con menos presa, la cosa es que siempre se llega. Y siempre hay un atajo.

El atajo…mmm… el atajo es justamente el camino que no he querido medir, tratando de ahorrarme el disgusto de saber cuanta gasolina demás estoy gastando. Porque el atajo pasa por ahí, y aunque yo las quiera mucho, desde el día de la mudanza, y los que siguieron, me pareció que pasar por ahí 8 veces en un día era tentar demasiado al destino que bastante generoso ha sido hasta ahora. No solo era tentarlo, era jalarle el rabo y buscarle 5 patas.

Entonces, no decido que es peor (porque ni lo uno ni lo otro es positivo); el vericueto que doy para no tener que pasar por ahí, aunque ahí quede en el mejor atajo… o el vericueto mental que no encuentro, que eventualmente, algún día, cuando sea la más más de las más más en tomar atajos, me permita pasar por ahí, ahorrar gasolina, evitarme el brinco en el corazón y el firme deseo que ese lugar desata y que reza:

Por favor Justicia, Divina Providencia, mueve tus hilos ahora y si existes deja caer en este lugar una tonelada de mierda, y por si acaso el agua la lavara pronto, lleva también una tonelada de desgracia…


Lamento la desilusión que con esto provoco, pero en efecto, hacer yoga durante dos años y medio, contorsionarme y pararme de cabeza no me han inmunizado contra los malos pensamientos (por no decir que yo no he querido hacerlo).


Es algo aparentemente sencillo, pero apesta. Aunque yo sea otra, más fuerte y más yo, aunque el corazón este felizmente en otro lugar, sigue siendo como la cicatriz cuyo dolor se activa al percibir la presencia de Thy who shall not be named.

Tal vez me incomoda no por como se sienta el dolor y el brinco del corazón ahora, en el presente donde importan y protagonizan otros, me incomoda porque de cualquier modo cuando paso por ahí, y también cuando no paso por ahí - ya que el vericueto implica decidir concientemente que no quiero pasar por ahí-, me punza el recuerdito de lo vulnerable que yo era. En esos 3.8 km me regalo a mí misma el reflejo feo de lo que fui que no quisiera nunca haber sido.

Y el recuerdito, maldito e innombrable, se asoma en alguna de las entradas del camino largo, o del camino corto y saluda:

¡Buuuhh!!! ¡Aquí estoy! ¿Cómo qué no te gusto? Pues que pena, porque así de feo soy. Así me hiciste ser. No culpes al otro. Aunque ahora ya no seamos nada del otro. Aunque ahora ya no me quieras: Soy este que te hace irte por los vericuetos y que piensa estar hasta que deje de importarte. Si te vas por ese otro camino es tu asunto. Yo voy a seguir siendo hasta que olvides.


Hasta entonces.