Fósforos húmedos
Hay días oscuros.
Yo me equivoco, quiero llorar, me quiero ir por un huequito. Todo menos encender mi luz en un cuarto de 30 personas donde menos de la tercera parte tiene ojos para la luz. Quienes la ven, ya saben que existe, aún cuando se apaga.
El día se siente como la tarde en la que había que encender una candela de cumpleaños y el vecinito malo llega a soplar antes de que empiecen otros a cantar. El vecino, se hizo grande y entrenó su capacidad. Ahora está a punto de graduarse: su tesis doctoral (digna de una mención) trata sobre los fósforos húmedos y los baldes de agua que les humedecen cada vez que se logran secar al calor del sol.
Del lado del Hombre Grande, me comporto como si ahí también fuera necesario explicar lo
absurdo, y otra vez me topo con un voto de confianza... todo es tan extraño y diferente cuando están todas las luces encendidas.
Duele verse habitando un lugar sin amor, con poca luz y mucha soberbia. Duele ver un colectivo caminar en tropel hacia el despeñadero, sin conciencia de que solo hay 7 pares de alas que van volando por otros potreros.
Viene un día en el que me voy. En el que, otra vez, van a levantar el dedo y a olvidar que hay 4 apuntando para el otro lado. Viene un día en el que me voy, y todo está bien con irme. El miedo, se lo dejamos a loss miedosos.
Por ahora, se acerca un huracán por el Norte y antes de ir a dormir recuerdo a la Humiabuela enseñandome a rezar:
"Pooooor-la-señal-de-la Santa Cruz de-nueees-tros-e-ne-mi-gos-lí-bra-noseñooooor-Dios nuestro..."
La foto vino de aquí.