jueves, marzo 29, 2007

Retiro justificado

Quierosaberlotodoya

Nopuedosaberlotodoya

El tiempo no alcanza

para hacerlotodoya





Hay un día en que los planes cambian (se vale que cambien),
porque no se dibujan con aburridísimas líneas rectas

(si se puede, pero tal vez no quiero).

Mis planes se dibujan con lineas insurrectas,
llenas de
vericuetos,
curvas,
torceduras
y espirales.


viernes, marzo 16, 2007

El látigo y la incubadora

Conocí una vez un-artista que decía que por cada talento que tenemos, nos dan un látigo que usamos para castigarnos por tener un talento inusual...



En los pasillos por donde solía caminar hay una exposición de botellas. Están las que están y eso es así... aunque para mí sea más complicado que decir hay un par de botellas que me gustan y otras que sacaría de ahí. Y es entonces cuando saco el látigo para darme un par de veces: No debería decir nada, NO TENGO DERECHO a decir nada... mi botella no está ahí. Hay un proyecto hermoso en mi cabeza; allá en el mundo de las buenas ideas queriendo concretarse en algo fabuloso... pero ahí donde respiramos no hay nada porque no lo he hecho, nunca saqué, nunca encontré, nunca hice el tiempo para hacerlo y de hacerlo se va a concretar al paso de la tortuga (que ya está hecha, vos sabés, pero está sin cocinar...)

El látigo también sale cada vez que los veo y no entiendo como se tejen y se sostienen los hilos de su red y pienso en aquello que yo podría estar produciendo, pero que tiene que esperar porque la capacidad de hacerlo todo a la vez no la tengo (dicho de otro modo se me va el tiempo en actividades que no son ésa). Sale cada vez que alguien pregunta ¿cuando vas a exponer sola?, ¿estás produciendo por tu cuenta? La sensación es incluso peor que aquellos tiempos en que todos saludaban preguntando por la tesis y el mural del hospi (Cianuro querido te anuncio que vendrán días con muuuucha más glicerina que los días de tesista).

Sale con frecuencia ahora que por mi voluntad estoy en una incubadora, dentro de la que voy a durar no los dos años que dicen los doctores que nos cuidan (no avisan nunca que son dos años en condiciones idílicas que la mayoría no tenemos) sino tres (espero). Yo no dudo que estar en la incubadora me haga bien, que hasta ahora me encanta (si ya sé tengo solo 10 días y 3 sesiones de calorcito), que me hace olvidar por completo ciertas torturas provenzales y hasta reírme de ellas, y que me da la sensación vertiginosa de quierosaberlotodoya. Estoy aquí porque ya era hora; el cerebro pedía comida y luz a cambio de no atrofiarse.

De manera colateral (o exaptativa diría el doctor M.), la incubadora, que es inicialmente para el estímulo del cerebro, me permite ver a mi amigo dos veces a la semana antes del fin de semana, mensajearnos contándonos que ya estamos sentados cada uno en su clase, ansiosos de recibir la sesión de calor, que estamos llenos de emociones buenas y miedos infundados por todo lo que habrá que calentarse la cabeza, de ascensos que no traen más dinero, pero que al menos, son ascensos intelectuales y eso nos da para alegrarnos por el otro y celebrar con primeros conciertos, y primeras visitas a lugares que son nuevos otra vez.

El doctor M, que es definitivamente el que más habla (puede hablar 4 horas seguidas sin descansar ni tomar agua), no se cansa de recordarnos que somos primates, unos monitos sofisticados pues, millones de años después, pero monitos al fin y al cabo y como animales en amplio desbalance con la propia naturaleza nos conducimos. Yo le voy siguiendo con mucho entusiasmo, escucho verdades pavorosas que me emocionan hasta las lágrimas mientras me da mucho nervio estar ahí, porque todos los demás vienen de pre-incubadoras donde habían palabras y palabras, y en mi antigua incubadora como lo saben, no había tantas palabras, pero había muchas imágenes y muchas técnicas para aprender a construirlas y validarlas (ya ven... de nuevo sale el látigo). Y como siempre desde que recuerdo, anoto TODO en mis 4 papeles, lleno 8 hojas y al final de la sesión me sonrojo (otra vez un latigazo) porque los otros huevitos solo se gastaron 1.5 papeles en 4 horas.

En conclusión, que la incubadora no molesta ni es mala sino todo lo contrario. Lo molesto es saber que estar en ella -por ahora- tiene un costo y ese costo implica invertir en otras cosas como tener un vínculo con la Gordis y su sofoca. Insisto... por ahora... La Gordis loignoratodo: ayer por la tarde un teléfono abrió una ventanita de 10 segunos, y me llenó de ilusión poder salirme con la tierra mía por ese paisaje. Ya hay una fecha puesta y es en mi mes. Y digo yo (soltando el látigo) que si logro escapar por esa ventana la temperatura de la incubadora tiene grandes posibilidades de ser fabulosa y el huevo grandes posibilidades de sentirse bien con cosas que ahora le estorban.

Los planes del fin de semana consisten en asignarle al huevo las horas de calor y de palabras, en medio de otras cosas que siempre hay que hacer esos días.

Aunque se cerrara mi ventanita, tengo que acordarme de lo que dijo mi tesismate llena de buen juicio cuando supo de mi re-incubamiento: "No es oscuridad, no es estorbo, no lo veás como un tiempo en que no se puede hacer algo con lo tuyo. Es lo que en un artista se llama un retardo, que le permite retirarse un tiempo a pensar, a llenarse de ideas y de fuerza para luego regresar a construir".

miércoles, marzo 14, 2007

Secretos de oficina



Si reconocen la materia y detalles de este post,
es porque ya andamos caminaditos en los años…



En cada oficina, cada 15 años, se abre una caja de secretos inconfesables en la primera persona gramatical.

La caja de mi oficina se abrió (así, en tercera persona) hace 15 dìas. Yo estaba ahí, y hoy estoy aquí para contarlo.

Con toda su malicia preguntaba don Gui que si recordábamos la gloriosa época de la musica chiqui chiqui. Viendo que había público conocedor que no desaprovechó su infancia y se dedicó muchas tardes a Hola Juventú, que pasamos las pruebas que nos ponía y que sabíamos los coros de todos los grandes éxitos de la música tica ochentera, siguió preguntando ¿se acuerdan “De quien chon”?? Y aquello parecía un concurso de quien cantaba primero y más desafinado “de quieeen choooooon esos ojos que miran bonito mira de quieeeeennn chonnn!!!” y apuntando con su lengua al otro lado de la mesa solamente agregó: Pues en esta oficina trabaja Chon…

Al otro lado de la mesa Chon no sabía donde meterse con semejante destape que no alcanzó ni a prever y menos a detener, como el que se excusa se acusa, solamente amplió la sonrisa, roja hasta la oreja, y explicó que de algo había que comer en aquellos tiempos de juventud y que era preferible si la comida llegaba asociada a algo entretenido como estelarizar un video haciendo de Chon…

Si es que en La Provence aún de día se ven brillar las estrellitas.

(imposible conseguirla, inserte aquí su versión del éxito chiqui chiqui correspondiente)

miércoles, marzo 07, 2007

Me llamo Luca



















Hola. Tengo 7 años y me llamo Luca la Uruca. No vivo en el segundo piso como en la canción. Vivo en el primer piso y soy un árbol… aunque mi mamá, que es una humana, dice que debo ser como el árbol de su libro, es un árbol muy hermoso que se siente muy solo y le habla a los que leen el libro. Mamá me leyó un pedacito y recuerdo que muy triste nos decía “yo no quiero ser un árbol, sino su significado”.


En realidad, soy un poco enano. Desde que era una semilla me dijeron que nunca iba ser grande y que mi misión en la vida sería ser un mini. En la incubadora a mis hermanos y a mí nos llamaban bonsái… Y así fue como un día antes de algo que los humanos llaman Navidad apareció el Inge con sus largas pestañas buscándome. Mi anterior papá me metió en una bolsa y el mundo perdió el Norte hasta que aparecí en la casa de mamá Humo. Me di cuenta de que me recibió muy contenta pero nerviosa como buena primeriza. Me miraba y vi que le daba miedo quebrarme. Pero yo no me pienso quebrar. Ya no soy un bebé.


Tengo una hermana gato que se llama Pinky. Es una pesada. Una huelepedos como le dice papá Inge. Desde que llegué no hizo más que arrimarme la nariz y los bigotes, hacerme cosquillas y cuando mis papás se descuidaban le daba por agarrarme a mordiscos, a mí o a mi ángel de la Jusiticia. Ahora parece que ya se acostumbró a mi y no fastidia tanto. Solo de vez en cuando se acerca para oler a mi Fruto y mis Flores, que son la envidia de todo el edificio.


A Pinky, como no sabe ser vegetal le tienen que dar bolitas dos veces al día y cuando mamá Humo estuvo de viaje papá Inge le daba bolitas y ella hacía berrinches y las regaba por todo el piso… yo la veía con una de mis ojos-hojas y cada noche la acusaba con papá. Como yo ya soy un niño grande e independiente solo me dan bolitas cada 6 semanas… aunque esta vez mamá me dejó con hambre dos semanas más… la pobre se enreda tanto que no me escucha cuando le hablo.


Mis flores decidieron salir todas esta semana, dijeron que Fruto se sentía solo y que la luna llena de marzo las estaba convocando. Mamá dice que son unas intensas que le perfuman la cocina durante todo el día para cuando regresa de La Provence (no sé donde queda eso, pero escuchè rumores que dicen que ahí nací yo).


Luca querido… cuando tu papá me pregunto si te quería y si estaba segura de quererte en esta casa me dio mucho miedo… porque sentenció muy muy serio que eras un regalo que había que cuidar un poquito todos los días del mundo o ibas a morirte por mi descuido y mi abandono. Casi le digo que no, porque era mucho compromiso y me daba miedo quedar mal con los dos. Pero ahora que estás tan guapo y floripondio, me convenzo más de que nunca antes, ninguno de los antecedentes -peleles todos-, me dieron un regalo tan maravilloso. El Inge resultó no solo valiente a prueba de pesadas como yo, salió Inge-nioso y cuidadoso para los regalos. Debe ser por eso que andamos todos contentos con el verano y con la luna de este marzo que nos madura los frutos y nos hace echar flores.



















jueves, marzo 01, 2007

Él es un cadáver



He vuelto.

Pensé en regresar hace unos días, con otra nota mental sobre mi lectura, pero no había tiempo de nada. Allá donde respiramos ni yo me veo el humo. Y no es que esté mal. Pero tampoco es que ando llena de gracias. El tiempo que hay, me hace bien ponerlo donde lo he puesto. Hoy vengo otra vez porque sé que este huequito cálido me ha aliviado y hecho reír muchas muchas veces.

Otro día iba a volver con un corto y simpatiquísimo secreto de oficina que dejará de serlo pronto. Si vuelvo esta noche es para volver sobre lo mismo que tejía antes: Mi lectura, que sigue siendo Me llamo Rojo de Orhan Pamuk.

Mi nota mental de hace días, decía que Soy vuestro Tío dice que

“La vejez no debería ser solo que resulte difícil subir las cuestas, sino también no tenerle tanto miedo a la muerte”…


Soy vuestro Tío sigue diciendo otras cosas, que aquí no importan …

En este momento yo pienso que si él hablara, quizás diría algo así:

Soy un cadáver.

Ya no soy tan nuevo en esto de descomponerme día tras otro. Lo hago pausadamente, como tantas cosas hice en la vida, ahora dentro de un ataúd de peluche color café.

Antes de meterme por un agujero y echarme tierra escuché a una de mis hijas decir que mi secreto para vivir tanto tiempo sin ser cadáver habían sido todas aquellas horas de tertulia. Que el encanto con la vida hizo que me costara mucho dejar aquel lugar donde se respira.

Una de mis nietas, que ya no recuerdo cómo se llama, se quedó muy pensativa. Fue la única que no lloró… siempre le dio por callar, pensar y más grande por contradecirnos; incluso, la sentí contradecir en aquel momento cuando aún estaba en esa cama perdiendo los últimos centímetros de miedo que me quedaban antes de empezar a ser cadáver. La noté muy incómoda en la misa, preocupada por si se daba alguna aparición no deseada que desconozco; y además, muy molesta con el sermón del cura. La entiendo porque la verdad a mí tampoco me gustaron esas palabras.

Mi otra hija solo parecía querer que se acabara todo para irse. Aún así se despidió de mí con una flor amarilla… como las margaritas de Darío que aprendió a repetir en su memoria desde niña, con la mar que está hermosa, hoy y mañana.

Mi hijito quería hablar… pero esta Lina que siempre tan torpe olvidó preguntar si alguien más tenía algo que agregar. Solo djio que ella no se acordaba de aquellos versos. Y mi pequeño le decía a sus soles '¡yo si me acuerdo yo si me acuerdo!!!' Se acordaba de verme leyendo lo que me llegaba a las manos, los libros, las Selecciones, todos los periódicos de 365 días y antes de ese recuerdo ya existía uno en el que me escuchaba repetir palabras y rimas. Los tres se sorprenden de cómo un hombre que llegó hasta sexto grado leyó y declamó por montones… jeje… es que sin eso María jamás se habría ido a pasar fríos y atropellos en mi tierra… a esta tierra donde pedí que me trajeran a convertirme en un puño de huesos, junto a los huesos de mamá y papá, para reencontrarme con el ombligo que hace tantos años dejé caer.


Me pudro lentamente, pero estoy bien, en esta caja de peluche solo hay espacio para mis huesos. El dolor infernal de pies se fue para siempre. Lo único que me entristece es no poder comprar la lotería de los domingos, aunque todos los susurros de este lugar digan que uno se acostumbra, no piedo la esperanza de que ellos jueguen por mí… un par de veces al año…

Yo aprendí que era una poesía gracias a él (la despoesía llegó después), antes de saber leer, antes de memorizar los dibujitos que tejen las letras de mi nombre… alguna de todas las veces en que al quinto guarapetazo le daba por declamar. Con toda exactitud no puedo recordarlo, pero no dudaré jamás que fue ésta la primera. Sé que ese momento se repitió todas las veces del mundo en cada reunión a la que llegó el entusiasmo. Recordar o no, hoy me da lo mismo. Antes que el recuerdo está mi certeza, el sentir como si fuera uno de ellos tres; que se aprendieron un verso o cuatro frases… o el número entero de la lotería que salimos a comprar esa día… y cada tarde de domingo que salgamos a recordarle.

Le hubiera encantado escucharla de nosotros, y todavía más con nuditos en la garganta incluidos, pero nadie se la pudo decir bajo aquel sol lleno de polvo.

Por eso volvi a este lugar:





Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde, aún más hermosas,
sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
nadie así te amará.


Rima 53
Gustavo Adolfo Becquer


Adiós abuelito.
Espero que descansés mucho.
Ojalá te salgan alas para volar tan alto como el cielo más inmenso del universo y evitarte cualquier posible reencuentro con los dolores de patas.
Si te encontrás a mi abuela allá en las alturas altísimas, pedíle que nos venga a echar una mano. O dos.
Buena falta que hacen...