Todos los besos, el primero
Yo sospecho que una buena cantidad de las niñas aprenden a soñar con ese día, con ese vestido, con ese sujeto y con todo ESE evento. Aprenden... es un decir, bien sabemos que los pequeños aprenden en buena medida viendo hacer a los adultos que les rodean.
A mí me rodearon adultos muy singulares. No puedo decir si fue malo o bueno lo que ví y viví, pero en tema de bodas, novias y sueños (que cursi, como un local que quedaba por mi casa) básicamente nunca vi un gran escenario a su alrededor.
Recuerdo que una vez como con 9 años una tía se casaba, y rapidito alguien me aterrizó cualquier asomo de cursilería explicandome que aquello iba a ser muy simple porque ya ella se había casado una vez por la iglesia y entonces a la segunda solo la podía casar un abogado. Así que no hubo desfiles, no hubo vestidos blancos (ni siquiera recuerdo que vestía ella como alternativa), no hubo ramos de flores. Hubo boda... pero en fin...todo el olvido que yo guardo alrededor de la única boda de la familia en años lo interpreto como el preámbulo de un gran fiasco.
Uno de mis mejores actos de fe debe ser el de la boda de mis papás. Se casaron en lo que sospecho fue una boda muy hippie en la casa de mi abuela, con una ceremonia dirigida por un cura que a la fecha es recordado con la etiqueta de comunista. Mi mamá según se dijo siempre, en un acto de autoafirmación y rebeldía se casó con un vestido de flores rojas ... del cual se conserva una exacta cantidad de cero fotos. La única prueba de cambios en el estado civil son los papeles oficiales que así lo certifican.
Mi abuela se casó alguna vez en Santa Ana en lo que debe haber sido una ceremonia muy sencilla... o estoica como fue todo en ella.
Mi tía Lina, según entiendo o quise entender, tampoco se casó (casarse así, con invitados y fiesta) sino que apareció casada un día de tantos porque tenía que irse a hacer su residencia médica a Nicoya con el novio... ahora marido.
Una buena cantidad de las primas de mi mamá fueron aterrizando con otro estado civil y sujetos de nacionalidades exóticas, conforme fueron regresando de estudiar por las calles del mundo.
La falta de fotos, me generó una cuiriosidad (perversa seguramente) por las fotos de las parejas que se asoman en las casas, justo por lo ajeno de todo el asunto.
Y así eran mis juegos con los muñecos -yo confieso sí, que he cometido varios pecados de la cultura pop, y alguna vez me reuní tardes enteras con mis amiguitas a jugar con barbies y kenes...- un espejo: la gente aparecía en el escenario muy en su vida familiar. No recuerdo que las bodas o los novios fueran tema. Es más no habían besos (¿cómo? ... con unos muñecos que tienen toda posibilidad de vida sexual anulada...)
Para rematar, alguna vez en la universidad una amiga se soñó con un matrimonio colectivo, en donde de 4 que éramos, yo acababa con el sueño cuando unos momentos antes me quitaba todo y me iba a recorrer el mundo.
Con todos estos antecedentes, en los que una boda pasa a ser, no sé, algo que ocurre como si fuera cualquier cosa y no hace falta documentarlo (para muestras mi memoria que no recuerda nada en este tema) comenzar a imaginarme en un vestido fue extraño: nadie que me conozca, ni siquiera yo misma me habría imaginado con vuelos, ramos de flores, collares de perlas y encajes que pican.
Afortunadamente, la foto del vestido perfecto existía. Y existía cerca alguien que conocía a la persona capaz de reproducirlo viendo una solo foto.
Existe también, el novio adorable que supo entender que no era posible hacer una boda siguiendo fórmulas y recetas, sino que teníamos que inventarnos las cosas, aunque a la gente le parezcan raras. Entender que yo no podía dar una invitación que dijera solo fecha lugar, hora y teléfono para confirmar asistencia, que en una invitación se le puede hacer un regalo a los invitados y que en los arreglos de flores se pueden hacer con frutas tan cargadas como las manzanas.
Existen también estos invitados despoetas (ahora anti-invitados) que miraron el papel con cara de ¿qué es esta cosa? (¿qué les costaba poner fecha lugar y hora en vez de toda esta parla?), que nunca se dieron por aludidos con el regalo o peor todavía: los que pensaron que nosotros dos funcionamos como un banco que cobra intereses y solo se puede participar a cambio de un chunche fino.
Menos mal, los más, son los invitados queridísimos, de los que dijeron que iban aunque no diera tiempo de vernos antes para entregarles el "papelito", a cambio de que lo guardáramos, para luego enmarcarlo (aun sin saber que era).
Ahora todo hace tic tac... Todo va en cuenta regresiva y mientras unos me saludan con un taaaan tan ta taaaaaaaaan, todo lo demás parece diluirse mientras el Inge y yo nos sintonizamos con el inicio mágico de este gran intento.