Al infinito y más allá
Alguna vez tuve pocos años y entendí que habían cosas, como mis años, que eran pocos, que se podían contar. Y contaba en desorden y sabía que más allá de mi límite, el 10, al que llegaba como muchos niños de mi edad, en cualquier orden espiral, no consecutivo, le seguían otros números. Si preguntaban, contestaba muy segura que tenía 3 y que pronto cumplía 4 (aunque probablemente faltaban 10 meses), pero enseñaba 7 dedos .
Alguna vez era poco antes de pasar del 3 al 4, y quise saber más. Supe que había un número que ya eran muchos y le decían cien. Y un día escuché una palabra bien rara:
I N F I N I T . . .
Había que preguntar:
-Papiiiiiiii, ¿qué es el infinit?
-Es cuando ya no se puede contar más.
-¿Cuando uno aprende a contar hasta cien???
-No. Después del 100 siguen otros números.
Me habló de un tal mil. De los millones, los billones, los trillones. Y por su puesto, de la gente multimillonaria. Pero me aclaró que aún así, ellos podían contar todo lo que tenían. Pero que igual siempre iba a existir un número que seguía después y que eran tantos como las estrellas que nunca ibamos a poder contar todas porque siempre descubrían una nueva.
-Entonces ¿nunca voy a poder contar todos los números?
-Nunca. Porque nunca se acaban.
-¿Aunque vaya a la escuela y me los aprenda todos en orden?
-Nunca. No se acaban. Los números son infinitos.
Reconocerme en un universo donde la racionalidad no alcanzaba para abarcar la totalidad del neverendingless me dejó con una angustia que a la fecha permanece. La razón, o eso que quisimos llamar razón, no puede con todo. Se plantó ante mis pocos años y me dejó dicho que no iba a poder saberlotodoya. A los 3 años ese saludo del concepto de infinito se me hizo de una angustia desconocida... e infinita que me decía que yo con todo mi ser nunca iba a poder con él.
Con ese antecedente, 24 años después, debí sospechar que una relación con un tipo que se tatúa en la clavícula solo podía dejarme con el corazón partido de la angustia infinita de haber invertido mis sentimientos en un precipicio. No morí desbarrancada. Esa angustia un día no amaneció más y se fue con su infinitud lejos, muy lejos.
Aún asó, con ese mismo antecedente, con diez veces aquella edad, el infinito, en los términos racionales de la contabilidad no deja de angustiarme. Cada vez que voy perdiendo el control de mi agenda mental, comienzo a escribir listas de pendientes que odio infinitamente porque no puedo parar de anotar una cosa más que aparece y el papel ya no alcanza y se ocupa otro que primero tiene mucho campo pero luego no alcanza y se ocupa otro que...
En mi drama de obsesiva, me curan las colisiones leves con objetos inanimados (léase los golpes de la vida), mis sesiones de yoga, donde no me dan miedo las percepciones infinitas y me cautivan los valientes como buzz, que se ponen un límite más allá del infinito.
PD: y bueno, uno de los propósitos de venir a escribir este post, era curiosear y saber si alguien recuerda algo de cuando supo que el infinito existía.
Alguna vez era poco antes de pasar del 3 al 4, y quise saber más. Supe que había un número que ya eran muchos y le decían cien. Y un día escuché una palabra bien rara:
I N F I N I T . . .
Había que preguntar:
-Papiiiiiiii, ¿qué es el infinit?
-Es cuando ya no se puede contar más.
-¿Cuando uno aprende a contar hasta cien???
-No. Después del 100 siguen otros números.
Me habló de un tal mil. De los millones, los billones, los trillones. Y por su puesto, de la gente multimillonaria. Pero me aclaró que aún así, ellos podían contar todo lo que tenían. Pero que igual siempre iba a existir un número que seguía después y que eran tantos como las estrellas que nunca ibamos a poder contar todas porque siempre descubrían una nueva.
-Entonces ¿nunca voy a poder contar todos los números?
-Nunca. Porque nunca se acaban.
-¿Aunque vaya a la escuela y me los aprenda todos en orden?
-Nunca. No se acaban. Los números son infinitos.
Reconocerme en un universo donde la racionalidad no alcanzaba para abarcar la totalidad del neverendingless me dejó con una angustia que a la fecha permanece. La razón, o eso que quisimos llamar razón, no puede con todo. Se plantó ante mis pocos años y me dejó dicho que no iba a poder saberlotodoya. A los 3 años ese saludo del concepto de infinito se me hizo de una angustia desconocida... e infinita que me decía que yo con todo mi ser nunca iba a poder con él.
Con ese antecedente, 24 años después, debí sospechar que una relación con un tipo que se tatúa en la clavícula solo podía dejarme con el corazón partido de la angustia infinita de haber invertido mis sentimientos en un precipicio. No morí desbarrancada. Esa angustia un día no amaneció más y se fue con su infinitud lejos, muy lejos.
Aún asó, con ese mismo antecedente, con diez veces aquella edad, el infinito, en los términos racionales de la contabilidad no deja de angustiarme. Cada vez que voy perdiendo el control de mi agenda mental, comienzo a escribir listas de pendientes que odio infinitamente porque no puedo parar de anotar una cosa más que aparece y el papel ya no alcanza y se ocupa otro que primero tiene mucho campo pero luego no alcanza y se ocupa otro que...
En mi drama de obsesiva, me curan las colisiones leves con objetos inanimados (léase los golpes de la vida), mis sesiones de yoga, donde no me dan miedo las percepciones infinitas y me cautivan los valientes como buzz, que se ponen un límite más allá del infinito.
PD: y bueno, uno de los propósitos de venir a escribir este post, era curiosear y saber si alguien recuerda algo de cuando supo que el infinito existía.