No deja de tenerme sorprendida la variación en mi poder adquisitivo una vez que hago el recorrido por el Depósito Libre de Golfito. Resulta que ahora tengo los modelos que en San José eran los incomprables… los que tenía apuntadillos por vara en el cuaderno, y por los cuales solamente podía dejar escapar un ridículo suspiro de quinceañera.
Pasado el tour relámpago que recomendaron varias voces amigas, el equinoccio de primavera pasó hoy por el Humihogar, y trajo del Sur en un camión de Transportes Alcampo mi refri, mi cocina, y mi lavadora… tres florecidas facturas, tres nombres diferentes:
Factura - Artículo
422091 - Lavadora
422093 - Refrigeradora
194456 - Cocina
Hubo un problema matemático, que no calculamos originalmente mis acompañantes y yo (humimamá y humisis)… Como humisis no pidió ‘tarjeta’ no podía comprar. Muy puesta al camino la sis, tuvo en ese detalle la excusa perfecta para quedarse durmiendo toda la mañana del domingo. Las tarjetas de nosotras aunque sumadas daban el derecho al monto correcto, por burocracia no podían traspasarse o acumularse saldos. Y ninguna combinación de facturas daba el monto exacto. Entonces viene esta próspera industria criolla de los que compran, venden y cambian lo que va sobrando en las tarjetas de facturación, que le permite a personas despistadas e ignorantes del sistema como yo salir con lo que quieren.
Muy alegre le decía al tipo del ‘negocio’: ¿A ver, ud dígame, aquí para que pusieron las reglas si al final todo el mundo compra y hace lo que le da la gana????
Solamente se rió… y siguió ayudándome a hacer y comprar lo que a mí me dio la gana. Bueno, a cambio de algo que nosotras teníamos. Lo cual quiere decir, que en mi expediente consta la compra de: una lavadora, un microondas, 12 botellas de Ron Bacardi claro y 24 cervezas Corona. El de Humimamá me supera (¡pucha, las mamás siempre superan a sus hijos en astucia!): una refrigeradora, un horno tostador, 12 botellas de Whisky Johnny Walker Etiqueta Roja, las mismas 24 cervezas Corona… ya que estábamos ahí, pues coincidimos en que se podía hacer la fuercita para arrimarle 4 botellas de vino (en cuenta las dos de la inauguración pendiente)… pá que no le falte. Cualquiera lee eso sin leer entrelíneas y piensa que somos una familia unida que empina el codo muy unida.
De igual modo, aquí viene el trago grueso del post, en la tarjeta de U. Fernández Bejarano constan las mismas 24 cervezas, las mismas 12 botellas de alcohol destilado que no se va a tomar, y una cocina de gas… que como por obra de los hilos enredados de la Divina Providencia, acabó sus días golfiteños en el mismo camión primaveral que mi refri y mi lavadora, y de pura casualidad, está ahora justo en mi cocina. Mmmm… sí, es cierto… ahora que lo recuerdo… de pura casualidad… esa cocina la pagué yo gracias a la venta de una de las tres gracias cuyo trasero vieron y aún pueden ver en un post previo (calma pueblo que está en buenas manos, la compró la mamá de Pastelito). Dicho en cristiano (judeo- culposo cristiano les adelanto): U. es descendiente directo de los primeros y originales habitantes del país de las maravillas, de eso no quedó duda. Gracias al favor que nos hicieron los españoles de educarnos y civilizarnos, él y su pueblo quedaron marginados del famoso progreso de este país tan corrongo.
El domingo, en esta carrera de tropiezos por insertarse en el progreso, Humo pagó por unos chunches que esperamos le duren bastante, y que no sabemos dónde acabaran sus días cuando dejen de cumplir su función (¿será una chatarrera? ¿o será que para entonces ya contaremos en el país con un lugar respetable para disponer de este tipo de aparatos?). Humo se ha sentido mejor estos días de cambio, porque se sabe protagonista de ciertos éxitos personales que implica la independencia espacial y el comenzar a acomodarse sola con sus proyectos y metas recuperadas.
Mientras tanto, ese mismo domingo por la mañana, U. llegó a Golfito como probablemente lo había hecho hace 6 meses; y en la misma carrera de tropiezos por arañar el progreso, volvió a vender sus derechos de compra por una suma ridícula y probablemente indigna que desconocemos, que seguramente ofendería a cualquiera que en otros tiempos haya sido buen cacique de esta tierra. U. se sintió mejor ese día porque le entró esa platilla tan ansiada. Mínimo vergüenza siente uno al reflexionarlo. ¿O acaso exagero?
Llámenle culpa no vendida, arrepentimiento, mal de conciencia por participar en estos chorizos. Me cuesta, unas veces más que otras, al menos me incomoda sentarme plácidamente en la situación (igual que en La Gran Mentira), me incomoda como para no sentirme indiferente a las conclusiones que saqué, actuando con la desidia de quien no ve lo que ocurre en su país como problema suyo.
Consumiré alegre con mi cocina, y muchos serán los convidados… pero por un rato no sé que tan largo, consumo también esta culpa, que no sé de que tamaño es. Sin al menos escribirlo, no podía irme a dormir tranquila porque ya hoy no tuve que comprar hielo nuevo para la hielera.