martes, julio 04, 2006

Yuyo Sapiens en Rosa



Una mañana de octubre del 2003 mi amiga Iridiscente llegó tarde a clases. Lo tremendo no era que llegara tarde. Era la cara de la sospecha que se cierne encima de uno como una nube cargada de lluvia, de esas que persiguen a cualquiera por todo el barrio. Eran los ojos, siempre iridiscentes, pero cuadrados que llevaba ese día. Con la misma cara de terror, en medio de los apuntes y los cuadros de Frida, de Fernando De Szyzlo y el Taller del Sur me dijo que ipsofactamente después de la clase iba donde el doctor… porque ese ‘resfriado’ que se traía desde hace una semana la estaba matando. Sin haber llegado al consultorio ya sabía que la primera receta iba a decir con letra muy legible: Prueba de embarazo.

Llevaba casi un año de andarnos ‘asustando’ regularmente. Su método de planificación usual había caducado y el desbarajuste hormonal era tan grande que junto a su esposo decidió regresar a los días del condón. Con dos hijos adolescentes ya grandes y a cinco años de verlos a ambos en la U, tenían claro que la solidez de su fabriquita de Sapiens Sapiens tenía por único interés mantener actualizados los procedimientos recreativos y kamasútricos pero no la producción. Finalmente ella se podía dedicar cada vez más a estudiar y ejercer lo que siempre había querido, veía como su vida se iba independizando de las demandas de ser madre de niños pequeños y de los días en tacones llenos de trabajo y papeles de oficina. Se llenaba de ilusión contando las poquitas materias que le faltaban, haciendo planes para hacer el TCU de San Vito en vacaciones y disfrutar la oportunidad de escapar de San José por 3 semanas. El ansiado título de bachillerato universitario se veía tan cerca que casi lo sentía en las manos, lo mismo que las pelotas de arcilla que iba convirtiendo en animales llenos de luz.

Su esposo, dueño de un temperamento envidiable, que le baila la payasa al estrés de tener un negocio propio en el competitivo mundo del diseño gráfico, no satisfecho en sus necesidades de colaboración comunitaria había decidido completar su agenda involucrándose en la política. Comprometido con la propuesta del partido, se apuntó a ser regidor. Y una vez electo no le mermó ni a las obligaciones políticas, ni al compromiso de mantener la economía del hogar, ni a su papel de hombre de familia… y así fuera que para hacer todo eso tuviera que trabajar hasta muy tarde, con toda la energía que tiene, pues tampoco le iba a mermar a las labores conyugales. Un hombre muy cumplidor. Salvo en el detalle de aquella agenda tan llena: se le fueron pasando los meses esperando una alineación astral que le dejara un campito para irse a operar y dejarse de vainas con los condones.

Mientras tanto Iridiscente llegaba unos días con cara de susto y salpullido, con que no le bajaba y que no sabía si era el reacomodo hormonal… o algo más (alguien, para ser exactos). Otro día ya con los ojos en paz contaba que ya… pero que cuando le había confesado al maridín la sospecha… pues él le había confesado el secretito bien guardadito de que un día de tantos en medio de la pasión un error de procedimiento le hizo ver que había un agujerito travieso por ahí… Y como a lo hecho pecho y ya no podía hacer nada más que esperar, él calladito más bonito se estaba esperando aquella confesión tan sospechosa.

Y aquella tensión constante, con el alivio de ver como se acercaba diciembre cuando de fijo había unos días libres para arreglar las preocupaciones. Y aquel ‘¡opérate hombre!’ que uno le dirigía con la mirada cuando alcanzaba a verlo en medio de aquel corre corre.

Para la tarde de ese mismo día de octubre, aquella prueba de embarazo había dado positivísimo. A la que iba a ser mamá por tercera vez, a duras penas le salía la voz para confesar que la causa de aquel ‘resfrío’ tan temible que la tenía agotada se llamaba espermatozoide. No puedo describir el tamaño ni cuántos días le duró el shock de saber que aquellos planes que se veían tan claros había que modificarlos por la testarudez del nuevo Sapiens Sapiens que le crecía en la panza. Las caras de angustia al saberse una vez más mujer-vaca-lechera que durante los primeros meses existe para alimentar a la nueva creatura. Como no sé lo que es eso me quedé sin saber que decir. Hablábamos por horas mientras trabajábamos para una profesora en un proyecto de 4 esculturas muy grandotas para un hotel muy muy fancy en Guanacaste por el que estaba cobrando una tontería que se le fue en nuestros salarios de ayudantes de artista y los materiales.

Lo único que atiné a decir para medio animar aquello, era algo así como que por alguna razón imposible explicar ese Sapiens Sapiens quería nacer, existir contra viento y marea como los yuyos, así estuviera el mundo tan chueco y feo como está. Que era tan necio ese Sapiens Sapiens, que llevaba meses emperrado en que nacía sí… o sí. Tan necio que no solo se emperraba en nacer. Se emperraba en nacer concebido por ese papá y esa mamá en esa familia y no en otra.

Ayer en la tarde fui un ratito a su casa… con el pretexto de un favor de gremio y de ponernos al día en historias, terminé quedándome como 4 horas. Como siempre, aunque hacía meses que no iba. La creatura, que nació mujer (sería de ahí que le venía tanta persistencia), con dos añitos habla hasta por los codos. Yo digo que nació bombeta por todo lo tímidos y reservados que son sus hermanos mayores. Se despertó un rato después de que llegué y bajó soplada a ver quien era la tal Tía Humito que se escuchaba abajo y de la que su mamá apenas le hablaba mientras se despabilaba. Con voz de dormida pregunta que ‘¿como le va Tía Humito?’ Y con la misma voz de dormida y de cómplice legendaria dice ‘que dicha’ cuando se le contesta que muy bien. Dos minutos después ya se había recordado de Pinky y preguntaba intrigadísima porqué no la había llevado montada en el carro. Contabilizando las mascotas que conoce resulta que entre su perro Newton que la cela, Misingo el gato de los abuelos, Kirie la gata rejuntada de la tía; Pinky, la gata rejuntada de la Tía Humito es la que más le simpatiza. Se ofrece sin que le pregunten a acompañar al papá a hacer un mandadito que se inventa para darnos un rato a solas desclasificando los expedientes secretos. Pero llora a gritos cuando la montan al carro, como buena bombeta le encanta la calle, pero le sabe mejor si la llevan en bus. Regresa haciendo el reportaje periodístico de quiénes estaban, a quién no vio porque ya dormía igual que el perro y cuántos juguetes habían.

Si preguntan quien es la más linda de la casa no grita yo… grita más… porque ella es la más más de los más más. Cuando digo que ya me voy mientras su mamá se va a poner un suéter me ignora, me extiende la mano y me hace subir para enseñarme sus juguetes: los ‘ila pipol’ en tren, un 'te-tuby' que le prestó la vecina y una canasta con pelotas que todavía no sabe apañar. Cuando le repito que me tengo que ir se va a buscar un libro de cuentos de ‘vini pu’ y me lo lee. Y como sabe que la estrategia de ser buena anfitriona es infalible se va a buscar los trastos para traerme té con huevo duro y bananos. Iridiscente se ríe y cuenta que es la primera vez que tuvo que comprar trastos de juguete porque la niña se los pidió. A la hija y el hijo grandes nunca les emocionó ese juego de cocina y las labores del hogar. Dice que como buena brujilla tampoco le merma a la escoba y que le parece el colmo tener que comprarle una de su tamaño para que no se mal mate con la de gente grande. Está claro que ella vino al mundo a pasarla bien y que se apunta a todo lo que pueda convertirse en diversión. Al rato la pequeña se pone celosa y lleva más cuentos cuando la mamá aprovecha un despistín para enseñarme las herencias de antigüedades y el aparato de radio tan rechuzo y tan ‘digital’ que se compraron los abuelos por la fortuna de 600 colones en 1950.

Deberían haber más días así. Que me resbale todo como a las babosas que me visitan. Que venga la Provence Pipol a decirme en mi cara que la verdad es que me hicieron una zancadilla no porque yo sea una inútil incompetente, si no porque les caigo gorda y no me quieren, porque no socializo con ellos y porque ignoran mucho, o todo de mi vida personal. Podrán venir a decirme misa… total que para esa actuación de la misa son muy buenos. Sus once votos no valen nada puestos en la balanza de esa pequeña valiente que se atrevió a cambiarle los proyectos a toda su familia. Vestida de rosa hasta los calzones, necia y persistente; me ve muy poco, pero me quiere los ratitos que estoy cerca y pone ojos de ternerito a medio morir cuando me llevan a la puerta.

Que se entretengan con sus intrigas y su interés hipócrita en mi persona. Hay una niñita de dos años, a la que sus papás le dicen maliciosamente Yuyo Sapiens, que me regala y me llora toda la honestidad de sus lágrimas de cocodrilo cuando me voy de su casa. Que se calma cuando le prometo invitarla para que llegue a jugar con Pinky y que me promete llamarme para jugar con el juguete que le regalen cuando dentro de poco, durante varios días avise para ir al baño a hacer caquita. Que tira un beso lleno de miaus para mi gata y mira mis ojos cómplices con sus ojos yuyos, recordándome que nos conocemos desde aquellos días en que ella era tan solo la primer sospecha.





8 comentarios:

Solentiname dijo...

Yuyo me encanta. Se nota que no solo a sus papás les da fuerza y otra perspectiva de vida. :)

alefux dijo...

jueputa!, humo que chiquilla más re-que-te-contra-re linda...

creo que lo de extrovertida es no sólo porque los hermanos no lo son, si no por todo el ambiente de secreto y dudas con que se gestó...

por cierto, me encantó tu aporte a la madre: "por alguna razón imposible explicar ese Sapiens Sapiens quería nacer, existir contra viento y marea como los yuyos, así estuviera el mundo tan chueco y feo como está. Que era tan necio ese Sapiens Sapiens, que llevaba meses emperrado en que nacía sí… o sí. Tan necio que no solo se emperraba en nacer. Se emperraba en nacer concebido por ese papá y esa mamá en esa familia y no en otra." casi me pongo a llorar al leer esa parte en particular...

los tatas deben estar agradecidísimos con Dios por haberles regalado a ese yuyito...

Sirena dijo...

¿así te dijo? ¿"cuando dentro de poco, durante varios días avise para ir al baño a hacer caquita"? ¡Qué linda que es y qué feliz! Supo elegir bien dónde llegar a nacer.

Vania B. dijo...

Cuando los sapiens sapiens tienen que nacer nacen, cambian planes, vidas y destinos y los iluminan con su sonrisa, y sus ocurrencias. Muy linda historia.

Eduardo Mora dijo...

A riesgo de sonar como un conservador republicano: ¿Verdad que valió la pena que el marido no se hubiera mutilado las tuberías?

Madio dijo...

wow... increible el cambio de planes que puede producir algo tan pequeño como un espermatozoide... la Yuyo Sapiens suena como una cosita hipermegalo dulce y super simpatica...

Humo en tus ojos dijo...

Sole: Yuyo ruls!

Ale: NUevamente, yuyo ruls. Otra teoría dice que yoyo nació con la lengua suelta porque desde que era solo un plan, nos oyó hablar por horas ininterrumpidamente

Sire: No me dijo así, pero si me contó que ya a veces avisa y que cuando lo haga siempre le van a regalar un juguete (padres alcahuetas es lo que yo digo!)

Cápsula: bienvenida por estos rumbos

Eduardo: ejemm...eh... sí sonaste a conservador republicano, pero creo que te entiendo el concepto de fondo (espermatozoide afortunado se llama... jeje)

Cianuro: Vos en tu despiste... si serás y si será tu neurona de teflón (la viste hace 3 semanas en mi casa)

Denise dijo...

Qué linda chiquita y qué lindo cómo lo contaste. Me encanta eso de "vini pu" y "pipol" :-)