De lo que queda después de esas famosas conquistas
Fue mi mamá quien me la mencionó por primera vez, cuando estaba en la escuela, tal vez en los últimos años. Hablaba de ella como la amante de Hernán Cortés, la india traidora que se alió con el conquistador-tirano que acabó con la gloria de los pueblos mexicanos de aquellos tiempos, según las apreciaciones -como siempre, bien sesgadas- de mi papá.
Ahora que me toca reencontrarme con toda esa historia para no pelarme el rabo y para que los pupilos dejen de pensar que el estudio del pasado solo sirve para conciliar el sueño, me encuentro con un acercamiento muy diferente. La lección de vida, muchas veces repetida, de que los padres y las madres nos hacen el flaco favor de regalarnos verdades que no nos pertenecen. Ojalá de madre yo pueda regalarle a La Pequeña las búsquedas, nunca las verdades.
Porque resulta que la Malinche tal vez no sea esa india traidora y lasciva que me presentaron las palabras en algún desayuno. Resulta que la Malinche fue una mujer que desde niña fue regalada como esclava, y como esclava pasó de mano en mano hasta llegar a Cortés. Resulta que la niña tenía el don de los idiomas y un día sin esperarlo se vio traduciendo palabras para un lado y para el otro. Resulta, como es de esperar, que quien nunca ha tenido poder sobre su vida y sus libertades, amanece un día, siempre esclava pero con la promesa de ser libre, con el poder que da ser la que conocía las palabras que vinculan a los unos con los otros y no sabe cómo comerse el pleito: ¿Cómo se hace para traducir y propiciar el entendimiento entre dos culturas tan antagónicas?
A la larga, aunque ella tuvo la fe de que Cortés, ese otro simio chaparro, peludo y sin cola, podía acabar con los sacrificios llenos de sangre humana que hacían los aztecas, a los que respiramos hoy nos toca asimilar un pasado y un presente no menos dolorosos...
Yo trato de no perder la esperanza, o lo que sea que sea ese bicho necio. De sacar fuerzas de donde no las tengo para cambiar, de inventarme las formas de enseñarles a ellos que no vamos a cantar canciones de cuna.
La conquista se compuso con sonidos muy amargos. El presente apenas va teniendo algunos acordes dulces. Por eso cuando leo no dejo de sentir que falta tanto (mucho mucho tanto tantísimo) para que los simios de sabana seamos -perdón, decidamos ser- lo suficientemente fuertes como para cambiar el rumbo, para ordenar e integrar un mundo que no ruede hacia un precipicio lleno de espinas.
Ahora que me toca reencontrarme con toda esa historia para no pelarme el rabo y para que los pupilos dejen de pensar que el estudio del pasado solo sirve para conciliar el sueño, me encuentro con un acercamiento muy diferente. La lección de vida, muchas veces repetida, de que los padres y las madres nos hacen el flaco favor de regalarnos verdades que no nos pertenecen. Ojalá de madre yo pueda regalarle a La Pequeña las búsquedas, nunca las verdades.
Porque resulta que la Malinche tal vez no sea esa india traidora y lasciva que me presentaron las palabras en algún desayuno. Resulta que la Malinche fue una mujer que desde niña fue regalada como esclava, y como esclava pasó de mano en mano hasta llegar a Cortés. Resulta que la niña tenía el don de los idiomas y un día sin esperarlo se vio traduciendo palabras para un lado y para el otro. Resulta, como es de esperar, que quien nunca ha tenido poder sobre su vida y sus libertades, amanece un día, siempre esclava pero con la promesa de ser libre, con el poder que da ser la que conocía las palabras que vinculan a los unos con los otros y no sabe cómo comerse el pleito: ¿Cómo se hace para traducir y propiciar el entendimiento entre dos culturas tan antagónicas?
A la larga, aunque ella tuvo la fe de que Cortés, ese otro simio chaparro, peludo y sin cola, podía acabar con los sacrificios llenos de sangre humana que hacían los aztecas, a los que respiramos hoy nos toca asimilar un pasado y un presente no menos dolorosos...
Yo trato de no perder la esperanza, o lo que sea que sea ese bicho necio. De sacar fuerzas de donde no las tengo para cambiar, de inventarme las formas de enseñarles a ellos que no vamos a cantar canciones de cuna.
La conquista se compuso con sonidos muy amargos. El presente apenas va teniendo algunos acordes dulces. Por eso cuando leo no dejo de sentir que falta tanto (mucho mucho tanto tantísimo) para que los simios de sabana seamos -perdón, decidamos ser- lo suficientemente fuertes como para cambiar el rumbo, para ordenar e integrar un mundo que no ruede hacia un precipicio lleno de espinas.
"Sentirnos conquistables nos hace caer en manos de personas que no nos gobiernan como merecemos", deplora Laura Esquivel; "preferimos regodearnos en la idea de que somos producto de un abuso, y este concepto de que somos abusables, conquistables o de que no hay salida, nos hace caer una y otra vez en manos de gente que no nos gobierna como merecemos, que no nos procura un bienestar".
... Cualquier parecido con cualquier realidad, personal o colectiva, pasada o presente es "pura" coincidencia...
3 comentarios:
Humoooo... pensé que me había equivocado de página! Jejejej... me gusta, es mucho más fácil de leer aunque seguro que seguiré sintiéndome extrañada cada vez que entre.
Sobre las conquistas... nada que decir, lo dijiste todo! Y coincidencia... ajá...
pues que morrocotudo que te quedo el "glog".... ta super humoso.. te veo aqui más que en la otra plantilla.. jejeje
y con respecto a las conquistas.. pues el problema es que muchos aceptan(mos) el modelo de depredador-presa, victima-Victimator y nos quedamos cruzados de brazos y voluntades sin hacer nadititititica..
Denise: también yo me siento extraña... cómodamente extraña...
Cianurito:¿verdad que sí? Yo siento que me quité un poco de vainas de encima
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