Mi mariposa aleteaba contenta y perfumada todos los sábados a las 9:15 cuando le veía llegar. Se emocionaba con
esa voz insospechada, y aleteaba aún más con la ilusión que le hacía aquel puro cuento puro cuento porque estamos muy ocupados, hasta que este pasado sábado se transformaría en almuerzo.
Mi mariposa, Cian, aleteaba contenta, porque un individuo de
ojos negros muy negros nos dio su tarjeta por segunda vez en la semana 16, y aunque ya había perdido muchos, muchísimos puntos, desde lo más oscuro de su mirada, en la esperada semana 16, él había dicho que le llamara cuando fuera hasta allá para ver sus cristales.
Mi mariposa, Cian, ahora que estamos en la semana 17, se ríe de esos ojos negros negrísimos que hace dos días la invitaron a tomar café. Ya no revolotea de nervios, ni piensa en llamar a todas sus hermanas y sus primas cuando piensa en esos hermosos ojos negros.
Mi mariposa , Cian, zapateaba y daba portazos, porque
el aspirante a caracol, volvió a insistir por la vía lírica, escribiéndole que
“espero que no sea la última vez que nos miremos y/o hablemos y ojalá pueda ser en otras circunstancias... ya que como le manifesté anteriormente me resulta una persona sumamente interesante.”En fin, que mi mariposa, Cian, tontísima toda ella, con un grano de maíz por cerebro, decía desde hace meses, cuando era solo un capullo (porque en este país de las maravillas el ciclo de vida de las mariposas es más largo que allá, donde respiramos) decía que definitivamente noviembre era el mes, que era solo cuestión de tiempo, que en un mes a lo más, llegarían las demás, quizás escoltadas por esa voz tan puro cuento, puro cuento.
Mientras tanto, solo por si acaso, allá donde respiramos,
él dice que decidió guardar mi correo. La ‘lógica’ hubiera dicho que puesta mi firma en las actas nunca más le haría falta comunicarse conmigo.
Él dice que hace casi un año, todos salieron con cara de plop el primer día, porque alguno les había malinformado diciendo que ahí verían a don Buenoparanada. Que se ponían a sacar cuentas, entre molestos y curiosos, pensando que esa vieja loca y chocha, Humo, es de nuesta edad… ¡o más joven! Mis mariposas viejas y llenas de ego, decrépitas todas ellas nunca hicieron por donde para sacarlos del error.
Hasta que llegó un día, después del correo del pelo y antes del almuerzo puro cuento, en que él insistió preguntando que porqué yo decía que
'valientes de mentiras todos'. Y mi mariposa, que si no fuera por él ya estaría muriendo decrépita y llena del ego le contestó, muy a su estilo insolente e intimidante que:
Porque allá en la vida real se es o no se es dueño/a de un pecho valiente y además,
1-Ya me puede decir Humo si me va a preguntar esas cosas.
2-Si me dice Humo no es irrespeto preguntarme esas cosas.
3-Porqué me preguntó por ese escultor ¿para cambiar de tema porque le incomodó mi respuesta?
4-Esto ya se convirtió en un correo xq ud me dejó chateando sola.
5-Lo del pelo se valía decírmelo en vivo y en persona, como los dueños de un pecho valiente.
Esta semana confesó que ese correo del pelo era solo por llamar la atención. Pero que él igual pensaba insistir.
Y por eso un día mientras yo asistía a mis reuniones esquizofrénicas él dejó un mensaje de dos líneas explicando que no se había ido por malcriado sino por razones de censura mayor (estaba chateando ilícitamente) y que cuál era mi número de teléfono. Como mi mariposa Cian quería ser grande, muy azul real y orgullosa, lo ignoró todo. Hasta que la vez siguiente él dijo Hola Humo, mi número es este, por si querés mandar un mensaje. Y la mariposa Cian hizo berrinche diciendo con nueva insolencia:
-¡No! ¡Así no se hace! ¡Primero se pide el mío!
-¡que es este! -gritó su hermana Rosa que se apareció de repente y con la misma rapidez se fue volando
-Y después me das el tuyo.- Terminó de decir Cian.
Él se limito a decir
'Sí, así es'. Y después se fue. Y como el berrinche era imparable, mi mariposa Cian, enfurecida batía las alas y escribió el primer mensaje:
Supongo que si querías tener mi número con un mensaje es porque por aquí también tenés algo que decirme.
Y él, contrario a la intimidación que la mariposa supuso, solamente supo responder lo que responde un valiente:
Sí, sabés. Vieras que me gusta mucho tu sonrisa.
La mariposa solo pudo escribir de vuelta que
Plop. Y las alas azules y tornasoles se volvieron amarillas de mantequilla.
En un par de días, sin necesidad de un mapa para llegar, muy calladitas llegaron otras de sus hermanas y sus primas. Cuando se dio cuenta, habían confabulado todas para ir a tomar un café con él, que como todo valiente iba decidido y preparado con sus flotadores inflados por si hacía falta ponérselos para cruzar una lagunita de 4 años. Como él no sabe de eso de andar argumentando con insolentes, ni de esperas idiotas, después del café, en la primera esquina que pudo la frenó en seco y le estampó un beso. Porque sí. Porque él quería. Y si ella se dejaba, él tenía planeado dárselo.
Ahora que ya sabe mejor de que se trata este asunto, mi mariposa Cian dice que tal vez quiere ser como las gallinas y los pollitos en fuga, para correr, aletear, subirse en un cohete casero para cruzar cercas y volar lejos hasta lo alto de la montaña, porque la que se queda con un valiente, tendrá que ser valiente cuando sea su turno de ser fuerte, sino, no se vale.
Pero dice también que no tiene estómago para hacer eso. Que sería como quitarle la planta hospedera a los capullos que están por nacer, y Humo ha cometido maripocidio antes pero ahora le da más miedo hacerlo que seguir, porque él no es un cazador de mariposas, ninguna le ha visto la red y tal vez ellas quieren quedarse ahí (dicen que hace sol y se siente bien el calor).
Así que Humo mira con ojos de angustia a Pinky, Humo que siempre fue Cerebro sabe que es su turno preguntando lo de siempre:
-Y...y...¿Y qué haremos ahora… Pinky?
Antes de echarse a dormir donde le ronca su gata gana, Pinky responde:
-¿Y a quién le importa Cedebro? El mundo ya nos conquistó a nosotras. No molestes más, que llueve esta tarde y quiero seguir durmiendo.