Humiabuela Y La Provence
El domingo mientras me entretenía con los codazos y las patadas que se repartían los portugueses y los holandeses por jugar fútbol, un exalumno de la Humiabuela, se me quedó viendo y dijo:
-Acabás de hacer un gesto mientras veías el tele… que de inmediato me acordé del porte de tu abuela!
Yo me quedé imaginando qué sería el tarro… es poco probable que este señor haya visto a doña María viendo tele. Ella fue de las primeras del barrio conseguir un aparato de esos para sus hijos, sepa Dios con cuanto esfuerzo. Se pasaba las tardes calificando tareas, exámenes y preparando clases. Aún así de ocupada acomodaba sillitas para que los vecinitos se asomaran y vieran aquellos muñequitos que en su casa no tenían. La Tía Lina, desde entonces celosa y sin tacto, les sacaba la lengua, cerraba la puerta y escondía las sillas.
Volviendo al Fumador, si en ese momento no le entendí, eso ha de ser porque soy un poco básica en mi entendimiento simbólico. El señor se siguió fumando su cigarro del almuerzo y al rato, más que decir, pensó en voz alta:
-Esa era una mujer con lo que llaman ‘garbo’… qué decirte… Tu Abuela era una mujer… Tu abuela era una Mujer… Diferente.
Abrí los ojos. El señor siguió fumando, recordando y pensando en voz alta:
-‘Gud mornin clas. Mai neim is María Guzmán’ (y repite la frase con un acentazo latino que le creo que así lo decía ella año tras año). Tu abuela no era del montón. Es más. No le interesaba ser como todos los demás. ¿Es que como no se iba a salir ella del montón? Si a ella se le salía el porte de liberiana. Lo guanaca. A vos se te sale lo mismo, aunque no hallás nacido en Liberia. Pusiste esa cara … y uno con los años sabe cuando una persona no es del montón.
Me lo dijo con nostalgia. Pero no la nostalgia de recordar sus tiempos colegiales y las lecciones de inglés de doña María. Me lo dijo feliz y seguro. Y me lo dijo con tristeza. La de quien conoce desde su pellejo de seis décadas lo que es vivir la diferencia enclosetada.
Pampera por un lado y de sangre más norteña por el otro. Según mis investigaciones genealógicas y las visitas que ella hacía a sus tías de Granada, un par de generaciones atrás, las humi-ancestras no era Marías si no Maríllas. Hija del telegrafista más rápido de toda la pampa, de una extensa prole conocida: 2 con la Humibisabuela con la que nunca se casó, más de 6 con su esposa… y un número desconocido por aquí y por allá. El señor era el azote de los puntos y las rayas. Mi mamá cuenta que ese abuelo era un moreno grandísimo, con unos inquietantes ojos azules. De la descendencia ´legítima’ del telegrafista solo conozco a los primos Avellanos. A todos los que pudo les dio el apellido y una herencia en vida: los hombres con un terrenito y las mujeres ‘mestras’ de la Normal de Heredia.
La Humibisabuela era partera u obstetra, y además la dueña o administradora de una pensión u hotelito modesto de Liberia. Ahí fue donde mi abuelo provenzal tuvo la fortuna de conocer a la María. Fue a escorar ahí de castigo. Como no colaboraba en la empresa familiar (Sastrería La Moda Fashion Provenzal) el Sastrepapá lo mandó a que trabajara en lo que de verdá era duro: picando piedra para la construcción de la Interamericana. Cuando iba por Liberia ya se había hecho como capataz de una cuadrilla (trabajador no, pero gruñón y mandón toda la vida). Según él… era mi abuela la que se le arrimaba pestañeando cuando le servía el almuerzo. Ni yo le creo. Ni mi tío que ha sido un peligroso seductor de armas tomar. Mi abuela debe haber sido la mujer más chola, más digna, más dura, más difícil y más guapa que le habló.
Cuando terminó de hacerse maestra, los maestros que la querían mucho, la mandaron a sacar un profesorado en ciencias naturales en inglés (o algo así); en uno de los estados del Sur de la Yunai. De tonta no tenía un ni un pelo. Y de chola todos. A mucha honra. Yo me la imagino en aquellas épocas, cantando blues con las voces de los negritos que siempre llevó en el corazón. Años después, a las dos nietitas de 3 años que cuidaba les regaló unas muñequitas de trapo negras y algo contaba de aquellos años azules en los que se siguió carteando con el abuelo provenzal. Alguna vez leí una carta que le hablaba de su tristeza por la muerte de la Humibisabuela.
Cuando regresó, era una mujer a la que había dejado el tren hacía años. Así fuera ella tan digna, ser una vieja sola y chocha no estaba en sus planes. A como de lugar tenía que montarse con todo su garbo y toda su singularidad guanacasteca en cualquier tren que pasara retrasado, aunque solo tuviera vagones de segunda, con pasajeros de 3ra… El tren impuntual fue el gran mentiroso de mi abuelo. Y así fue como ella, una mujer liberiana evolucionada, hija de madre soltera y telegrafista guapo y generoso, bilingüe, estudiada en la yunai, con 32 años, firmó su destino el 22 de enero del 49’. Viva como ella sola, desde entonces enredó al abuelo con la edad y en el acta se las ingenió para que le recortaran 8 años de vida. Pasó más de 20 años lejos de su calor, envuelta en las brumas y la pasmazón de La Provence, casada con un tipo que nunca estudió y que trabajaba (¿trabajaba?) no de sol a sol…si no…un poquito, antitos de ponerse el sol.
Cuando la tía Lina estaba muy chiquita, mi abuela se enteró, así a lo feo, al mejor estilo de chisme provenzal cargado de ponzoña, que la tía Lina no era la primogénita del Sastreabuelo… porque la tía Gasparina había nacido mientras ella estudiaba en la yunai… Y aunque cuentan que pensó en el divorcio, se conmovió más al saber que la tía Gasparina estaba en necesidad. De ahí en adelante, halló siempre la manera de repartir su ganancia para que a Gasparina no le faltara bocado, y mucho menos estudio. Todos sabemos que hoy, la tía Gasparina a sus 60 y tantos años, por agradecimiento a la Marilla que jodíó y jodíó con la necedad de que estudiara, sigue llamando y visitando al abuelo; que en su memoria chocha y casi centenaria a veces se despide diciéndole: ‘Bueno hija… que esté muy bien, gracias por telefonearme ¡¡Me saluda a su mamá y a su papá!!’
Cuentan que al abuelo se le veía salir de la casa después del mediodía, enrumbarse perezosamente hacia la Sastrería la Moda Fashion Provenzal, cortar alguna pieza de un traje para señor distinguido, noble y leal, coser algunas puntadas cuidadosas… pasar alguna vez a la cantina por un trago y regresar puntualmente a la cena (eso de la jornada laboral sigloveintesca de 40 horas a la semana nunca lo escuchó). Mientras él dormía a pierna suelta con el día bien amanecido… la Humiabuela madrugaba, caminaba media cuadra y repartía durante horas el que para muchos adolescentes provenzales fue el único inglés que hoy pueden reconocer y repetir: ‘Mai neim is María Acevedo, uats llur neim?.
Cuentan que además daba unas lecciones de biología inspiradas… tanto… que cuando yo estaba en mi colegio de curas en segundo grado, la Niña, que viajaba a San Pedro de La Provence, reconocíó a la Humiabuela en los apellidos de la Humimadre y la llamó para que fuera a darnos una clase. Mi abuela llegó con sus libros en inglés, a ilustrarnos con dibujos de flores cortadas por la mitad, cómo era que se llamaban las partes de la flor y porqué eran tan delicadas y tan importantes las cositas que llevaban por dentro (‘el corte de la flor’, se convirtió para mí en ese recuerdo… hoy es el grabado que está sobre los sillones de mi sala).
También cuentan cómo y qué tan caro le cobraron los espíritus provenzales su garbo liberiano y ese famoso porte que la diferenciaba del montón. Recién casada no tuvo más remedio que vivir un tiempo en casa de la suegra… que muy provenzal, muy envidiosa, muy perversa, y muy soberbia de su blancura, la chingaba echándole agua al fogón que ella encendía tempranito para el agua de su café y sus tortillas chorotegas. Me cuenta mi tío lo que recuerda de los desprecios que le hacía la cuñada… a la que imagino como esta muchacha tonta, gorda, pálida, fea y verrugosa haciendo trompas a la cocina guanaca de mi abuelita. Esa misma malencarada, era la misma que cuando se llenaba la vida de desgracias y no tenía dónde caer, se metía a su casa que siempre tuvo la puerta abierta. Se acomodaba sin pedir permiso en la cama más suavecita mientras se olvidaba un rato que la vida la tenía dura y cargada con el estigma de ser madre tortera. Toda esa impertinencia junta, no fue suficiente para que mi abuela le arrugara la nariz.
Cuentan también que la Humiabuela salía a la calle y que siempre andaba como de dama muy distinguida… nadie sabe cómo hacía para verse así; ni cómo era que su salario de profesora se estiraba para sostener la moda, la coquetería y la barriga de 5 (6 con las ayuditas a Gasparina). Dicen que a veces se ayudaba vendiendo ropa americana que alguien le traía (nuevita nuevita)… pero que las viejas brujas y mañosas de La Provence le amarraban tanto los perros… que ya vestidas le dejaban de pagar… y al final se cansó.
Cuenta siempre con risa, Risa, la hermana del Fumador, que igual era severa en el colegio y en la casa: administrando el bocado no perdonaba. La Humimamá era la única de los tres hijos que lo hacía… eso de llevar amiguitas tenía consecuencias directas en su consumo calórico. Risa suspiraba… si la llevaban comía carne esa semana. Pero también sufría con mi mamá porque en esa casa los bistec tenían nombre: al que traía visitas le cortaban el bistec a la mitad. Ahora que son grandes, se ríen cada vez que salen a comer… empiezan con una copa, y al final piden una botella de vino para brindar por los días del medio bistec que las dejaba con hambre.
Apenas pudieron… la Humiabuela y la hermana, la tía Chris, se compraron un terrenito en Tárcoles… y en las vacaciones hacían paseos de huevo duro para ir a sentir el sol y oír el mar. Duraban varios días en ir y en volver. El abuelo siempre llegaba después. Si llegaba tarde se ahorraba la fatiga de tener que ayudar a limpiar el polvo de las camas. Él iba por su hamaca a ventilarse el cansancio y el dolor de pies (a la fecha ignoramos porqué le han dolido tanto si ha llevado una vida tan relajada).
Cuando la Tía Lina pasó su primer año de Medicina, la Humiabuela aprovechó la oportunidad para escapar: Ya sigue la otra de estudiar y la universidad queda largo. Compró un lote cerca de la U, construyó casa y por los dos años de trabajo que le quedaban prefirió ser ella la que viajaba a La Provence a enseñar que ver a sus hijitas pasar incomodidades. De paso así pudo finalmente, cambiar de aires… y conocer otra gente.
A la Humiabuela le debe haber pegado duro… eso de vivir 20 años en la Provence aguantando el palo que fue ser la mujer de mi abuelo… y el palo que los habitantes provenzales con su provenzal envidia le cobraban por ser distinta a todos ellos: chola, guanaca, inteligente, estudiada, viajada y encima bilingüe. Bien que le cobraron todo lo que se salió del montón.
Como estoy afónica y ni despotricar puedo en vez de llamar seguro hubiera pasado a desvelarla con mis preguntas y mis mocos. Y ella me hubiera alistado un caldo de frijol para contarme mientras lo tomaba alguna historia de terror que no conozco:
La alternativa fue pasar a la casa de mi mamá a buscar una foto. Como yo a veces creo que las cosas se encuentran con mocos ya iba a llorar porque buscaba y buscaba y no aparecía una sola en la que estuviéramos juntas.
11 comentarios:
Ay Humito, además de los ojos llenos de lágrimas tengo el corazón hecho un puñito.
Nada más te puedo decir: ¡Fuerza! De esa que viene de la sangre guanaca de la Humiabuela.
Un abrazo gigante para vos!
Lo hizo con muchos huevos. Nunca permitás que nadie te diga que las mujeres no tienen, porque sos descendiente de la prueba viva de que sí están presentes. Además, tengo la sospecha de que se heredan!
Maravilloso el relato :) Aproveche esa posibilidad que usted tiene (y nosotros los comunes no) de hacer cosas maravillosas en la hoguera y sacar toda esa frustración con pelotas...de barro. ESO es su vocación, ESO es lo importante.
eso lo canto serrat...
saludos
(lindo el pato)
La Humiabuela tiene una cara que me es súper familiar...
Ay, y qué chiquilla tan bonita esa que echa humo, encaramada en el corral!
Excelente el relato! ¿Que hubiera contestado la humiabuela?
Tal vez algo así como "Serenidad y paciencia, y un mucho de dignidad, oyo mijita?"
Saludos Humo! Que estés muy bien!
Hermoso relato...me encantó.
Y me fascina esa foto, no sé, transmite un "algo" muy especial...que no logro concretar en palabras...
Que estés muy bien :)
lei lo que escribiste... y me duele lo que te pasa... creo que no tengo nada mas que decir... :(
yo estaría tan orgulloso de tener una humiabuela como la tuya, como estoy de la que tengo...
definitivamente la humiabuela fue una mujer fuerte... sabia... fuerte y sabia en la misma intensidad...
pd. la foto está de película...
Que bárbara Humo!!!!
Te envidio por describir así, lo que no viviste y aún así pareces conocer como si hubieras sido vos.
Mis abuelas, tuvieron el mismo impetú...una de Guanacaste, igual que la Humiabuela, y otra de Limón. Creo que de ahi devienen mis extremos :)
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